Resumen:
Las finalidades en la educación tienen como desafío superar la racionalidad fines/medios que ha caracterizado —consciente o no— a las prácticas educativas por mucho tiempo y cuyos vestigios pueden aún encontrarse. Esta racionalidad se manifiesta en los logros y metas de aprendizajes, para los que basta aplicar, metódicamente, algunas herramientas para tal consecución. El énfasis está puesto en el qué y en el cómo; sin pretensiones de comprender las lógicas que operan en el accionar y los resultados que se obtienen de ello. Este modo de operar se liga a un uso instrumental y aplicacionista del conocimiento, y sus consecuencias son aprendizajes memorísticos y de poca relevancia y significatividad para la vida.
Superar esta visión presupone virar la práctica hacia el para qué o el porqué; a pensar en los modos diversos de producción y comunicación del conocimiento; a realizar construcciones metodológicas casuísticas y contextualizadas (Edelstein, 1996) y a ser autor/a de las decisiones que orientan las prácticas de la enseñanza. Esta perspectiva
pone el énfasis en pensar a las finalidades como una dimensión sociopolítica en la educación; le otorga un carácter histórico en tanto contribuye a desandar núcleos de sentidos epocales y a comprender un proceso de indeterminación del conocimiento
social y los modos de comunicación del mismo.