Abstract:
El intento de reconstruir el lugar del tango en el imaginario porteño implica recorrer cl camino que va dc la voz inigualable del mudo, a la palabra eximida de aliento del polaco. Gardel: un argentino, al que uruguayo o francés, nadie quitaría su carta de ciudadanía porteña; Goyeneche: un polaco de apellido frondosamente vasco. Es como si el no ser dc Buenos Aires, o serlo por adopción, los volviera más propios, La tierra, no ya como lugar de nacimiento sino como testigo del desarraigo.
La orfandad parece la marca de origen: un corrimiento en el cual el lugar del padre ha sido desplazado y el padre es el barrio, el café, la barra, un intrincado entramado de ramas en un árbol genialógico sin raíces. Los nombres del tango se alinean en la más alta prosapia literaria: un Catulo, un Virgi110 y, ;singular derroche! dos Homeros. Catulo se vuelve Cátulo. La ausencia de linaje determina la pertenencia: Homero y Virgilio, pero Expósito (Battilana, 1997), huérfanos por origen y apellido. ¿Casualidades o causalidades? Ningún intento explicativo dará razón suficiente para desentrañar los mitos.