Capua, Olga C.; Jurio, Elsie M.
Resumen:
La ciudad de Neuquén, capital de la provincia homónima, se encuentra asentada en el piso de los valles elaborados por los ríos Limay y Neuquén respectivamente y sobre la superficie, laderas y piedemonte de la meseta localizada hacia el norte del casco céntrico.
Hasta la década del `70 la mancha urbana se encontraba rodeada de áreas agrícolas, de uso intensivo dotadas de infraestructura de riego y limitada por los cursos fluviales antes mencionados y por un relieve mesetiforme con un marcado escalón topográfico de fuertes pendientes disectado por una densa red de surcos y cárcavas. Este frente presenta estratos de dispar resistencia a los procesos imperantes originando, por ende, un perfil escalonado caracterizado por una sucesión de escarpas y conos de detritos que brindan una apariencia compleja al mismo. Se debe considerar que, para una mejor comprensión de la naturaleza y por
ende para un adecuado ordenamiento territorial, es imprescindible conocer la dinámica natural de las regiones secas, la que pone en evidencia la diversidad de procesos morfogenéticos responsables de los modelados actuales. En el marco de las características climáticas imperantes, los procesos pedogenéticos o edáficos son débiles permitiendo de esta manera, que los procesos iniciales de meteorización o intemperismo, actúen directamente sobre los afloramientos rocosos influyendo sobre el modelado. La desagregación mecánica y los movimientos gravitacionales generan, a partir de la pendiente inicial, nuevas geoformas caracterizadas por la depositación de detritos, que enmascaran en sectores, la litología original. A ello se suman las modalidades propias de la acción del agua corriente, donde el
escurrimiento, predominantemente concentrado, es función de dos valores
fundamentales: la intensidad de los chaparrones por un lado, y la velocidad de
infiltración en el suelo, por otro.
Las escasas precipitaciones y la elevada evapotranspiración potencial definen
un marco fisonómicamente homogéneo caracterizado por una estepa arbustiva rala,
con elevados porcentajes de suelo desnudo. Además, la baja cobertura vegetal y la
características propias de los suelos propician la acción directa del viento sobre la
superficie favoreciendo los procesos de erosión -deflación, abrasión y atrición- y
acumulación eólicos.
Es por ello, que se considera la interacción de los elementos biofísicos de la
naturaleza (clima, topografía, vegetación, suelos, agua), agentes y procesos
generadores de las formas del relieve, en un abordaje sistémico a fin de entender la
dinámica natural, preservar su equilibrio y generar las bases que conducirán a la
elaboración de estrategias de ordenamiento territorial.
Las escasas precipitaciones y la elevada evapotranspiración potencial definen
un marco fisonómicamente homogéneo caracterizado por una estepa arbustiva rala,
con elevados porcentajes de suelo desnudo. Además, la baja cobertura vegetal y la
características propias de los suelos propician la acción directa del viento sobre la
superficie favoreciendo los procesos de erosión -deflación, abrasión y atrición- y
acumulación eólicos.
Es por ello, que se considera la interacción de los elementos biofísicos de la naturaleza (clima, topografía, vegetación, suelos, agua), agentes y procesos generadores de las formas del relieve, en un abordaje sistémico a fin de entender la dinámica natural, preservar su equilibrio y generar las bases que conducirán a la elaboración de estrategias de ordenamiento territorial.