Albornoz, Rocío; Araya, María Teresa; Besoky, Natasha; Dibo, María Sol; Fernández, Matías; Iummato, Silvia; Mare, María; Pérez Guarino, Alejandro; Saade, Andrea; Silva Garcés, José; Tartaglia, Rosario
Resumen:
Dicen los entendidos que cuando uno empieza a lingüistiquearla no puede detenerse. Y parece que hemos caído rendidos ante ese embrujo. Por eso, estamos aquí otra vez, reincidiendo con este libro y muchos de ustedes, reincidiendo en la lectura, para quizás, en algún momento, animarse también con la escritura. Las preguntas sobre el porqué que caracterizan la presentación de nuestro libro ¡A lingüistiquearla! intentaban mostrar cuáles eran nuestras motivaciones para decidir contar lo que contamos y hacerlo de la manera en la que lo hicimos. Claro que preguntar por qué incluía de alguna manera el para qué, pero nos daba un margen para quitar lo racional y centrarnos en respuestas más emocionales. Los capítulos de ¡A lingüistiquearla! buscaban sacar nuestro trabajo de “la cueva” académica. Con el presente libro, sin embargo, no solo vamos a lingüistiquearla, sino que, principalmente, vamos a preguntarnos para qué hacerlo. La pregunta por el para qué es sumamente molesta. A nadie que está contando lo que estudia o investiga le resulta agradable que le pregunten para qué lo hace. Y, seamos sinceros, preguntar por el para qué de una investigación o de una disciplina muchas veces esconde la afirmación de que esa labor y ese campo del conocimiento no sirven de gran cosa (¿quién se lo preguntaría a alguien que está investigando el tratamiento de alguna enfermedad, por ejemplo?). Así, cuando surge la pregunta del para qué, la respuesta lejos está de ser obvia. Como sea, esa pregunta nos saca de la “zona de confort” y, como dice el gran divulgador de las matemáticas Eduardo Sáenz de Cabezón (búsquenlo en YouTube si no lo conocen), puede generar dos reacciones: una de ataque y otra defensiva. Quienes reaccionan con el ataque plantean que esa pregunta no tiene sentido, que la disciplina se justifica en sí misma y que no hay razón para ir por la vida buscándole aplicaciones a todo. En cambio, quienes se ponen a la defensiva plantean que o bien la utilidad de una disciplina nos resulta invisible precisamente porque es tan constitutiva de todo y tan omnipresente que solo algunos llegan a percibir dicha utilidad, o bien porque la disciplina tiene un fin en sí misma y entonces es la pregunta del para qué la que está fuera de lugar. Es probable que quienes escribimos este libro hayamos reaccionado de una u otra forma ante esa pregunta que nos incomoda. Pero como esa pregunta resulta ineludible, decidimos pararnos frente al espejo, mirarnos fijamente y preguntarnos “¿para qué?”. Cada quien con lo que investiga, cara a cara. Y comenzamos a movernos, a sacudirnos, a incomodarnos. No una, sino muchas veces, con cada oración, con cada párrafo, con cada relectura nos desarmamos, para volver al ruedo. Alejandro en el Capítulo 1 se pregunta para qué volver una y otra vez sobre el rol de las academias de la lengua y el peso de la normativa. En el Capítulo 2, Matías y María buscan explicar la finalidad de acercarse al estudio de las lenguas desde una perspectiva formal. Teresa en el Capítulo 3 nos sumerge en el para qué de recuperar consideraciones gramaticales en el abordaje del español como lengua adicional y Rocío, en el Capítulo 4, se maravilla ante una -s compartiendo sus reflexiones sobre los fines detrás de las discusiones sobre este elemento en la enseñanza del inglés. También en relación con la enseñanza del inglés, Rosi en el Capítulo 5, y Andrea en el Capítulo 6, argumentan sobre la finalidad de un análisis detallado de lo que se conoce como alternancia dativa y construcciones pasivas, respectivamente. Silvia, en el Capítulo 7, narra los para qué de sus estudios sobre construcciones resultativas, mientras que Sol y Natasha analizan en el Capítulo 8 las razones de abordar la traducción desde una perspectiva formal. En el Capítulo 9, José plantea para qué estudiar desde una perspectiva lingüística la región patagónica y María, en el Capítulo 10, responde al para qué de investigar una lengua “muerta” que nos sigue hablando siglos después. El mismo proceso de escritura, acompañado por las lecturas y relecturas de ojos propios y ajenos, fue dándose en paralelo al encuentro con las respuestas a nuestros para qué. Tal vez las consideraciones y las razones que aparecen esbozadas en nuestros capítulos no sean lo suficientemente persuasivas y a una respuesta nuestra seguramente se pueden encadenar nuevos y más refinados para qué. No pasa nada. Cuando pensamos en el para qué de escribir este libro —sí, también nos preguntamos eso— no estuvo entre nuestros objetivos iniciales convencer a nadie. Nuestra reacción ante este nuevo desafío fue, en realidad, el entusiasmo creciente por construir respuestas genuinas. Ciertamente, en el camino fuimos dando forma a las razones para investigar cada uno de los temas que abordamos en este libro. Sin embargo, a medida en que estas razones iban configurando un cuerpo orgánico y (más o menos) coherente, comprendimos de una manera más tangible y cabal que la pregunta del para qué tiene además una fuerte impronta ética. Si la pregunta por el para qué está presente en el horizonte, nuestras investigaciones, creemos, no perderán de vista el vínculo necesario con los problemas, demandas y desafíos que existen en las distintas comunidades y grupos sociales de los que formamos parte. En última instancia, es la pregunta para qué, tan molesta como movilizante, la que permite que la investigación sea, junto con la extensión y la docencia, uno de los pilares sobre los que se asienta la universidad pública en nuestro país. La búsqueda de ese para qué, entonces, y los avatares del camino recorrido dieron origen a las páginas que siguen. Por supuesto, no fue fácil responderle al espejo, pero creemos que el recorrido valió la pena.