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La pandemia Covid-19 estimula a repensar la economía, la sociedad y el Estado del Siglo XXI.
En ese marco, el presente artículo aborda la complejidad que ella ha sumado a la recesión, la desigualdad, y el endeudamiento externo más grande de la historia argentina. Producto de una breve investigación desarrollada en tiempo real, se propone introducir a la cuestión, y reconoce la necesidad de convocar la interdisciplina para generar un conocimiento de mayor alcance y densidad, e incluir elementos del enfoque de los derechos humanos en el análisis. Se parte de considerar las desigualdades estructurales agravadas por las políticas neoliberales implementadas entre 2016 y 2019, a las que se les sobrepuso la crisis sanitaria desatada por los contagios del coronavirus. En ese escenario, se analiza la decisión del gobierno asumido en diciembre de 2019 que definió una estrategia de cuarentena temprana y un conjunto de medidas que buscaron proteger la salud de la población, y reforzar el sistema sanitario. Se pasa revista asimismo a las políticas públicas en materia de transferencias monetarias a las familias sin ingresos, a las empresas con nula o baja facturación para sostener empleos, y a las provincias para afrontar los mayores gastos en la pandemia. A ellas se sumaron programas de asistencia alimentaria y a la niñez, de protección a la tercera edad, la prohibición de despidos, el congelamiento de tarifas, alquileres y precios de los bienes esenciales, y los créditos subsidiados. Más allá de las políticas de protección y asistencia social puestas en marcha, la mayor afectación de los trabajadores informales y de quienes habitan en barrios precarios sin servicios básicos, profundizó la desigualdad estructural y visibilizó la negación de derechos. Se incluye también a lo largo del artículo la consideración de los cambios impuestos por el aislamiento en la cotidianeidad familiar, en el trabajo privado, y en el público. El Estado debió reinventar su modalidad de funcionamiento, apelando a formas de trabajo remoto de parte de su personal, al tiempo que ha desplegado en terreno millares de trabajadores y trabajadoras en la lucha contra la enfermedad. Los movimientos sociales y referentes religiosos han asumido un papel protagónico en los barrios populares, mientras los sectores aventajados de la sociedad como en otros lugares del mundo, han cuestionado la cuarentena y las restricciones a la libre circulación y a la actividad económica. A modo de cierre, se evalúa que pasados ocho meses la pandemia se prolonga, la economía y el empleo crujen en un entorno mundial incierto, y distintos sectores sociales reclaman derechos y potencian las viejas tensiones. Los vulnerables van por trabajo, tierra y techo mientras los ricos defienden la propiedad privada. El Estado enfrenta lo sanitario y la deuda pública, demanda recursos tributarios y financieros, pone en marcha la recuperación, y gobierna la complejidad social. La incertidumbre flota en el aire y, en ese marco, la vacuna es la gran esperanza colectiva. |
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