Resumen:
Desde el siglo XVI, una vez instaladas las primeras poblaciones españolas en las costas del río de la Plata y realizadas las exploraciones posibles en las regiones inmediatas, rápidamente se percibió la extraordinaria particularidad de las tierras que se extendían al Oeste del río Salado: las descripciones iniciales coincidieron en decir que esta área constituía como una especie de 'mar, pero de tierra', idea que temprana mente fue sintetizada con la voz 'pampa', proveniente del kechua. Se la asociaba a un desierto, expresión que rápidamente trepó al imaginario de la sociedad colonial, a pesar de ello no solo las características naturales sino además la población indígena que se desarrollaba en ese extenso territorio hacían perder el sentido a tal expresión, la cual, a pesar de todo, persistió hasta épocas muy recientes de la historia del país. En tal medida, la Pampa ejerció un acicate constante en la mentalidad de los rioplatenses hasta el siglo XIX cuando todavía se la seguía comprendiendo como un desierto, si bien a esta altura de los tiempos, asociado a la barbarie: su opuesto, la civilización era sinónimo de poblaciones, de campañas ordenadas y, por supuesto, del desarrollo de la agricultura, la forma de trabajo que templaba el espíritu de los pueblos. De todas esas cosas, se pensaba, la Pampa carecía, por eso debía ser domada o, para entender el lenguaje de la época, civilizada.